Me hacen esta pregunta, y aunque no soy la persona más indicada, puesto que no me considero una escritora, trataré de responderla, pues será algo así como interrogarme a mí misma sobre la causa o la razón por la cual he escrito las pocas cosas que he publicado. Un escritor es, propiamente hablando, alguien que escribe libros, los publica y se preocupa por el efecto que puedan tener entre los lectores. Es un fenómeno bastante complejo, y la mayoría de los escritores, a la hora de sentarse a escribir, jamás se preguntan por qué lo hacen. Para mí la escritura de poemas o cuentos, la literatura, como el arte en general, es un enigma, un grandioso enigma, que creo cae dentro del misterio que es el ser humano. Me parece que este problema no puede examinarse de otro modo o fuera de este contexto, pues el arte pertenece al reino mágico del hombre. Cuando el hombre primitivo dibujaba aquellas fantásticas figuras de animales, bisontes, renos, o lo que fuese, en las paredes de las cavernas, lo hacía simplemente, creo, porque quería decir algo sobre ellos, algo que no fuera solamente el uso práctico que hacía de esos animales. El deseo, el ansia de querer decir algo sobre alguna cosa, que quizá no se ha dicho hasta ese momento, o si se dijo se quiere utilizar otra forma, es lo que pone en movimiento los mecanismos internos del arte, y nadie sabe lo que subyace en el fondo de ese deseo. En la misma tónica, la escritura de libros, novelas y poemas es para mí un misterio. Uno no sabe qué lo mueve a escribir, por qué lo hace, y cuando cree saberlo se equivoca. Sencillamente, siente la necesidad, el impulso de hacerlo y lo hace. Podría agregar, entonces, que en mí, en una medida muy pequeña, por supuesto, hay también ese impulso misterioso, silencioso que desde el fondo de mi conciencia me arrastra, me incita, me obliga a realizar ese deseo. Ese es el motivo, quizá, por el cual he producido esos pocos textos. Uno escribe también por muchas otras razones, razones a veces ajenas al carácter, a la naturaleza de arte literario, como por ejemplo para hacer dinero, por avidez, por la ambición de ser admirado, querido, respetado; y estos motivos oscuros, como si siguieran una línea invisible, se encuentran también en los escritores que hacen de su trabajo una labor seria. De modo que la literatura, como el arte, es un acto de magia. Podría decir, además, que la literatura, y dentro de ella la poesía, en primer término, es un bien que nos otorga el espíritu, un bien supremo, liberador, que de alguna forma nos redime de los espejismos del mundo cotidiano, aunque tenga su raíz allí, porque es sólo el espíritu quien lo propicia y le infunde realidad. De esta manera, lo que no cae dentro de este designio del espíritu es precisamente lo que no es arte, las malas novelas, los malos poemas que es, por desgracia, lo que más abunda entre nosotros, que aún no hemos logrado comprender o que nos alejamos cada vez más de la visión mágica de las cosas.
El Diario de Caracas, 3 de abril de 1995
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Esdras Parra nació en Mérida en 1939. Poeta, ensayista, narradora y traductora. Realizó estudios de filosofía en Caracas en la UCV y en Roma. Vivió en Europa entre 1960 y 1971, año en que regresó a Venezuela. Dirigió el Papel Literario de El Nacional y fue fundadora de la Revista Imagen. En 1993, obtuvo el primer premio de poesía de la II Bienal Mariano Picón Salas. Publicó tres libros de narrativa, El insurgente (1967), Por el norte el Mar de las Antillas (1968) y Juego limpio (1968). También publicó los poemarios: Este suelo secreto (Monte Ávila Editores, 1995), Antigüedad del frío (Ediciones Mucuglifo, 2000) y Aún no (El otro el mismo, 2004). En 1998, se convirtió en la primera mujer transgénero en ganar el Premio Nacional de Literatura. Murió en Caracas el 18 de noviembre de 2004.
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El texto aquí transcrito se encuentra publicado en el libro
¿Por qué escriben los escritores? de Petruvska Simne
ISNB: 980-6553-30-6
La fotografía de portada es de Vasco Szinetar.
Fue digitalizada para la presente publicación.
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Excelente artículo sobre Esdras Parra.
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